- Ya, respondió. Pero no tenía la menor idea de lo que estaba hablando. Mi problema... ¿Qué problema? pensó. Siguieron caminando unos cuantos metros por la avenida, en silencio, hasta llegar a la furgoneta de Ivan.
-Está un poco guarro, ya puedes perdonar, he tenido mucho lio esta semana con el traslado... Pero claro tampoco sabrás de qué te hablo ¿no? dijo
- Pues... No, la verdad, respondió Oliver, y esto empieza a mosquearme.
En efecto, Oliver estaba empezando a ponerse nervioso. Una cosa era agarrarse un pedal de kilo y otra muy distinta no comprender nada de lo que estaba pasando a su alrededor.
- Bueno, esa es una parte de tu...problema. Pero tranquilo, pronto verás todo más claro. No te preocupes, confía en mí.
No respondió. Oliver pasó casi todo del trayecto en silencio, pensando. De vez en cuando miraba a Iván de reojo, intentando recordar si le conocía y de qué. Por más que se esforzaba no conseguía acordarse. Había en él algo que le resultaba tranquilizador, que le inspiraba la confianza suficiente como para seguir sus indicaciones. Bajó la ventanilla, el aire del mediodía era agradable, el cielo estaba despejado, no así su cabeza.
Enseguida llegaron a un camino rural, "ya casi hemos llegado" dijo Iván. "Bien" contestó Oliver, y cogió un pitillo que llevaba apoyado detrás de la oreja. Lo encendió ante la mirada pasmada de Ivan. "Si, si, ya lo sé, fumar apesta, es una mierda... Ahorrate el sermón, ¿vale? Ya lo dejaré cuando tenga ganas" dijo irritado. Estaba harto de que le miraran como un bicho raro por fumar. Se sentía víctima de la cruzada antitabaco que tan de moda se había puesto últimamente. De repente estaba de muy mala leche.
-Vale, tio, no te pongas así, dijo Iván, ya hemos llegado, es allí.
Miró hacia donde señalaba su amigo. Era una casona enorme, estaba en mitad de una pradera bastante descuidada. Había unos cuantos coches aparcados. Los miró uno por uno, leyó las matrículas, ninguna le sonaba... Hasta que vio otro coche más, un poco apartado, estacionado al lado un sauce. Era un ford fiesta negro, muy muy sucio. Y estaba seguro de haberlo conducido en más de una ocasión. No dijo nada. Decidió que hasta que no tuviera nada más claro, su actitud iba a ser ver, oir y callar.
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