sábado, 19 de julio de 2008

El libro del búho (8)

Mientras Juanita se recupera de las vacaciones y recupera su inspiración me ha pedido que continúe con "el libro del búho" que lo teníamos un poco aparcado. Así que si queréis saber como iba leeros esto.

Capitulo III - Y yo con estos pelos

"Le golpeo y me voy corriendo"-pensó-"...pero a donde voy y...como"

- Baja - dijo Iván a sus espaldas.
- Un poco de luz, por favor ¡qué no se ve una mierda!-y por lo que intuía tenía que haber mucha.

Iván apretó un interruptor que se encontraba al lado de la nevera y entonces Oliver vio como las escaleras llevaban a otra puerta.

- Déjame adivinar. Nos esperan detrás de esa puerta.
- Me asombra tu capacidad de intuición, teniendo en cuenta el día que llevas.
- No me lo recuerdes, que todavía queda mucho y esto va a peor.

Oliver empezó a descender las escaleras, estas eran de madera, posiblemente llevaban allí desde antes que él naciera y seguramente las habían olvidado poco después porque crujían a cada escalón que bajaba, lo que daba una sensación de película de serie B que le empezaba a inquietar.

Toc, toc- golpeo la puerta.

- Pero quieres dejar de hacer el idiota y empujar.- le grito Iván.
- Eh! A mí me han enseñado a ser educado y no voy a cambiar por que una persona que no conozco me lleva a un lugar en el que nunca he estado para hablar con unas personas a las que nunca he visto. Y si no te gusta...me voy.
- Como subas un solo escalón...abro la puerta con tu cabeza.-le "aclaró"

Adelante-se escucho desde el otro lado de la puerta.

- Ves - se rió Oliver.

Cogió aire, puso la mano en el pomo. Sintió frió, pero no sabía si por el pomo o por lo acojonado que empezaba a estar. Abrió la puerta.

Una mesa redonda, tres personas en la mesa y una silla vacía. Enfrente de la silla vacía estaba una señora mayor, muy mayor y que parecía punto de quedarse dormida. A su derecha y a su izquierda estaban Zipi y Zape super-hormonados. Lo único más grande que el tamaño de aquellos dos tipos era su fealdad. Resultaban desagradables de ver incluso a oscuras.

-Sientate- le dijo la anciana.

Oliver se sentó. Miró a los tres acompañantes que tenía y fijo la mirada en la anciana, sobre todo porque era la que menos grima le daba.

-Quién reparte-dijo para romper el hielo.

Nadie dijo nada y eso le ofendió porque el comentario le había parecido cuando menos ingenioso.

- Tus padres...-empezó hablando con un hilo de voz la vieja.
- Bien, gracias. ¿Y los suyos?

En ese momento Zape le cruzó la cara con toda la palma de la mano.

-¡Tu eres idiota!- le grito Oliver levantándose.

Cuando Zape se levanto comprendió que no había sido una buena idea llamar idiota a un idiota.

- Sentaos los dos- grito la vieja- Mis padres están muertos, pero no es eso lo que quiero saber. Lo que me interesa es si es cierto lo que le contaste a Iván acerca de tus padres.

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