miércoles, 14 de enero de 2009

Una patilla rota

Se me ha roto una patilla y no me refiero a que ahora tenga que andar con una piernecilla sino a la patilla de las gafas, de modo que he sido cojo de gafas durante un rato, como me resultaba incomodo para trabajar, decidí quitármelas y resulto que ser casi ciego es más incomodo todavía, por lo que decidí ir a la aventura de llegar a mi casa sin gafas. ¡Que tontería, verdad!. Bueno pues nada más salir me encuentro con el primer reto, cruzar la calle, porque donde ustedes ven un semáforo bien enfocado tal que así....


yo veo lo siguiente...


pero como soy un valiente y no veo el peligro...en esos momentos ni el peligro ni nada, me arriesgué. Gracias a mis conocimientos de los colores, cuando veía una mancha verde en la lejanía cruzaba y parece ser que acerté ya que no oí ningún frenazo ni a gente acordándose de mi familia. Pero el peligro real venía cuando tenia que cruzar una calle sin semáforos, porque me sentía tal que así...


Finalmente llegue sano y salvo al metro, afortunadamente mi estación es la última, o la primera según se mire, y no tenía dudas de a que lado del anden dirigirme ya que solo hay una dirección posible. Una vez montado descubrí otro problema ¿cuando bajarme?. Claro que en el moderno y equipadísimo metro de Bilbao hay una voz que te indica en que estación te encuentras pero es que yo tengo el problema que cuando no tengo gafas, me concentro tanto tratando de enfocar que no oigo nada. Es decir, cuando me quito las gafas me quedo sordo y dado que no soy una persona poco habladora, me convierto en una persona ciega, sorda y muda.


Me senté en un asiento que intuí estaba libre, saque un libro y me puse a leer....más que leer hice una sopa de letras intentando averiguar si esas manchas que se intuían podían ser letras...fue como ir al oculista.

Finalmente y mediante un complicado calculo de tiempo de viaje, número de paradas, más el descubrimiento de lucecitas encima de la puerta para indicar la parada, conseguí llegar a mi hogar, ponerme mis "gafas de reserva" (que han ascendido a gafas titulares por lesión de las anteriores) ver que el mundo seguía tal y como lo recordaba (lo que a veces me da ganas de quitarme las gafas) y vuelta al trabajo.

P.D.: La vuelta fue mucho más fácil.

1 comentario:

Juanita Castillo dijo...

Ay, cuán familiar me resulta el tema... ALgún día os contaré mi primera y última experiencia de camping con Paddelman, con un cristal de las gafas roto...
Eso de ver bolas de colores en vez de semáforos, coches, árboles...
Tú por lo menos tienes gafas suplentes...
Bueno pues que no sea nada y tus gafas titulares se recuperen prontito!

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